The Wine Bang

Los Faraones

De los cuatro primeros amontillados seleccionados, Tutankamón es el resultado del ensamblaje de cinco botas de las soleras de Amón. De este vino se embotellaron 263 botellas de 50 cl y se compartieron con Contubernio 1.600 botellas de 37,5 cl. Cleopatra, Salitis y Ramsés proceden de tres botas distintas que no se mezclaron para experimentar la diversidad entre iguales.

Se realizaron 150 Cajas de los Faraones.

 

El cuento del vino Faraón

 – Abuelo, cuéntame el cuento del vino Faraón.

– Hace muchos, muchos años en el Antiguo Egipto ya elaboraban vino tinto y blanco. Existen pruebas de su consumo desde hace más de 5.000 años. Era un artículo de lujo, demandado por las clases políticas y religiosas, siendo su valor diez veces el de la cerveza.

En 1922 Howard Carter descubrió, casi intacta, la tumba de Tutankamón. Dentro del hipogeo encontraron numerosas ánforas de vino perfectamente etiquetadas:

 

Vino seco de calidad excelente, Yrp Akenatón nfr nfr nfr


Vino dulce de calidad excelente Yrp nedjem PKIS IX nfr nfr nfr


Vinos secos de calidad muy buena, Yrp Nefertitis, Salitis, Ramsés y Tutankamón nfr nfr


Vinos dulces de calidad muy buena, Yrp nedjem PKIS III y PKIS VII nfr nfr.


En el interior de estás vasijas se hallaban partículas sólidas de vino. Los historiadores están convencidos que el líquido se evaporó, pero la realidad es que Cleopatra, la última faraona, se llevó el vino de las ánforas y lo guardó junto al suyo. Cleopatra, que era una faraona muy hermosa, le hablaba a un muchacho de Roma, reconocido militar y político, llamado Marco Antonio. Éste, en uno de sus viajes a Egipto, con la intención de conquistar a Cleopatra, le obsequió con unas ánforas de aceite de oliva virgen extra del Aljarafe, el mejor que se comercializaba a lo largo y ancho del Imperio Romano. Cleopatra muy agradecida, mandó limpiar las ánforas y ordenó que las llenasen con los mejores vinos que guardaba, entre ellos los que procedían de la tumba de Tutankamón, ofreciéndoselas al apuesto Marco Antonio. En su camino de vuelta, Marco Antonio visitó Híspalis, donde muy cerca, en Itálica, vivía una familia de nobles Turdetanos a la que le encomendó la guarda y custodia de los apreciados vinos.

En el seno de esa familia italiota nació Trajano, que llegó a ser emperador, siendo el primero en conseguirlo habiendo nacido fuera de la provincia de Roma. En uno de sus viajes, quedó maravillado al observar cómo algunos pueblos del norte de Europa conservaban el vino en toneles de madera, y decidió comprar una partida. A su vuelta a Híspalis, mando trasvasar el vino heredado por sus antepasados desde las ánforas de barro donde se hallaban hasta los toneles de madera, que no se llenaron por completo. Llegada la primavera, observaron que en la superficie del vino apareció una capa blanquecina que creyeron era debida a la humedad, ya que en aquella época el mar llegaba hasta las inmediaciones de Híspalis. Con los años esa capa de levaduras desapareció y el vino se oscureció. Aunque su olor recordaba aún a aquella capa blanquecina observaron que, cuanto más tiempo pasaba, se imponían nuevos aromas a caramelo, frutos secos y tofe. Lo llamaron Amón Tillatum.

Trajano, que era un hombre muy astuto, no quiso dar a conocer el hallazgo. Fue el primero en pensar que, con lo grande que era el imperio romano, el Amón Tillatum inmediatamente escasearía. Lo fue disfrutando, saboreando poco a poco y lo consumido cada año se reponía con vino blanco.

Durante los meses de verano, Trajano, tenía por costumbre visitar el balneario y las termas de la Villa de Fuente Álamo, a tan solo tres kilómetros de Puente Genil. Allí pasaba largas temporadas, y cada día, antes de comer, echaba de menos una copa de Amón Tillatum. Sobre todo, al atardecer, viendo la puesta de sol entre los olivos.

Un año, mandó transportar parte de las barricas desde Itálica hasta la zona norte de la villa, para almacenarlo, y así poderlo disfrutar también en la época estival. Tanta satisfacción recibió gracias a la decisión tomada, que ordenó realizar un mosaico en la villa al dios Baco y que, en la Columna Trajana de Roma, tallasen un relieve con las botas de Amón Tillatum subidas a un carro.

Con el paso de los años esas botas con la solera de Amón Tillatum, con el vino de los faraones, llegaron al lagar de Bodegas Delgado, que se encuentra muy cerquita de Fuente Álamo. Al probar este vino rápidamente se hizo muy popular entre los vecinos de Puente Genil, pasándose a llamar Amontillado Faraón. Mucho ha llovido desde entonces, pero todavía en los bares y restaurantes de nuestro pueblo las personas piden un Amón, un Amontillado o un Faraón, porque el vino de los faraones, el auténtico, el que vino de Egipto, lo tenemos aquí.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado… Y, querido nieto,… ¿Qué decimos aquí?

– ¡El que no crea en el cuento del vino faraón que lo pruebe!